RUBÉN DARÍO ES EL MODERNISMO
Desde la llegada del Modernismo a finales del siglo XIX hasta el brusco corte de la guerra civil, la poesía española vivió una etapa de esplendor. Nombres como los de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre y muchos otros se sucedieron y se superpusieron hasta justificar la denominación de Edad de Plata o Segundo Siglo de Oro de la poesía española. Tras la guerra, el panorama se modificó sustancialmente, aunque algunos de esos autores han vivido y han escrito hasta tiempos muy recientes, e incluso alguno permanece aún vivo. No obstante, después de unos años de desconcierto durante la posguerra, la lírica comenzó a recobrarse, si bien con preocupaciones distintas a las del período anterior a la contienda. En esta Unidad conocerás las tendencias poéticas que se han dado a lo largo del siglo. La lectura reflexiva y sosegada de algunos poemas significativos te acercará a la comprensión del desarrollo del género y a la obra de algunos de los principales poetas.
La poesía de la segunda mitad del siglo XIX, exceptuando las obras de Bécquer y de Rosalía de Castro, era una poesía prosaica y vacía. Los poemas de Campoamor o Núñez de Arce se caracterizaban por tratar temas banales en un tono ligero y una retórica desprovista de lirismo, todo ello en consonancia con el espíritu burgués, acomodado y práctico de la época.
En medio de una crisis espiritual como la que sobreviene por toda Europa a finales del siglo XIX, los nuevos artistas se van a alzar contra la ramplonería, la vulgaridad y el mercantilismo de la obra de arte burguesa. En España, la poesía tendrá que aguardar al desembarco de Rubén Darío, el poeta nicaragüense iniciador del Modernismo, para encontrar de nuevo el rumbo perdido de la lírica.
Se denomina así al movimiento literario nacido en Hispanoamérica en el último cuarto del siglo XIX y difundido en España por Rubén Darío a raíz de la publicación de su libro Prosas profanas (1896). Aunque su período de auge fue breve -sus logros se pueden considerar agotados hacia 1915-, su importancia fue decisiva para la evolución de la poesía española, ya que supuso una renovación total de la misma. El Modernismo fue, sobre todo, un movimiento poético, aunque se encuentran también ejemplos en la novela y en el teatro.
Como ya hemos dicho, en esa época, el panorama de la poesía española era de una pobreza y de una aridez manifiestas. Es comprensible que, en ese desierto, las poesías de Rubén y su actitud vital aparecieran a los ojos de los jóvenes poetas como un espejismo: poemas de lenguaje culto, llenos de ritmo y sensaciones, que trataban de mundos y seres fabulosos. Las consecuencias para la poesía española son de índole variada:
- Con el Modernismo se dan a conocer en España los movimientos literarios extranjeros: Parnasianismo y Simbolismo franceses y la obra de los decadentistas ingleses e italianos (Oscar Wilde, D'Annunzio). Rubén había logrado hacer una síntesis ejemplar de todas esas influencias, junto con elementos de la poesía romántica tomados de Víctor Hugo o de Bécquer.
- La literatura adquiere un aire aristocrático que desdeña lo vulgar y cotidiano y se consagra a la exaltación de la Belleza. Esa exquisitez se muestra en la elección de los temas, en el cuidado de la forma y en el despliegue de elementos sensoriales en que se va a convertir el poema. Como es lógico, las circunstancias históricas, los problemas sociales, las realidades cotidianas no son dignos de entrar en el poema, salvo en determinadas ocasiones y, con más frecuencia, tras el desastre del 98.
- El escritor adopta un estilo de vida acorde con su concepción del arte: la bohemia. Su dedicación excluyente a la literatura como a una religión, lleva aparejada el desprecio del sentido comercial y burgués de la vida. Su mundo es el de los cafés, las tertulias, la noche. Pero su altivez de artista contrasta casi siempre con su miseria material. En este sentido, sus poemas se convierten en la riquísima compensación imaginativa de su extrema pobreza. Valle-Inclán inmortalizará para siempre este modo de vida en Luces de bohemia.
LOS POETAS MALDITOS
Correspondencias (Charles Baudelaire)
Soneto de las vocales
Arthur Rimbaud
Arthur Rimbaud
A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,
algún día diré vuestro origen secreto;
A, negro corsé velludo de moscas relucientes
que se agitan en torno de fetideces crueles, golfos de sombra;
E, candor de nieblas y de tiendas, lanzas de glaciar
fiero, reyes blancos, escalofríos de umbelas;
I, púrpura, sangre, esputo, reír de labios bellos
en cóleras terribles o embriagueces sensuales;
U, ciclos, vibraciones divinas de los mares verduzcos,
paz de campo sembrado de animales,
paz de arrugas que la alquimia imprimió en las frentes profundas;
O supremo clarín de estridencias extrañas, silencio
atravesado de Angeles y de Mundos;
O, la Omega, el reflejo violeta de sus Ojos! algún día diré vuestro origen secreto;
A, negro corsé velludo de moscas relucientes
que se agitan en torno de fetideces crueles, golfos de sombra;
E, candor de nieblas y de tiendas, lanzas de glaciar
fiero, reyes blancos, escalofríos de umbelas;
I, púrpura, sangre, esputo, reír de labios bellos
en cóleras terribles o embriagueces sensuales;
U, ciclos, vibraciones divinas de los mares verduzcos,
paz de campo sembrado de animales,
paz de arrugas que la alquimia imprimió en las frentes profundas;
O supremo clarín de estridencias extrañas, silencio
atravesado de Angeles y de Mundos;
Correspondencias (Charles Baudelaire)
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
Como prolongados ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la noche y como la claridad,
Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.
Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,
Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
Como prolongados ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la noche y como la claridad,
Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.
Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,
Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.
POEMA DE CH. BAUDELAIRE
A LA UNA DE LA MAÑANA
¡Solo por fin! Ya no se oye más que el rodar de algunos coches rezagados y derrengados. Por unas horas hemos de poseer el silencio, si no el reposo. ¡Por fin desapareció la tiranía del rostro humano, y ya sólo por mí sufriré!
¡Por fin! Ya se me consiente descansar en un baño de tinieblas. Lo primero, doble vuelta al cerrojo. Me parece que esta vuelta de llave ha de aumentar mi soledad y fortalecer las barricadas que me separan actualmente del mundo.
¡Vida horrible! ¡Ciudad horrible! Recapitulemos el día: ver a varios hombres de letras, uno de los cuales me preguntó si se puede ir a Rusia por vía de tierra -sin duda tomaba por isla a Rusia-; disputar generosamente con el director de una revista, que, a cada objeción, contestaba: «Este es el partido de los hombres honrados»; lo cual implica que los demás periódicos están redactados por bribones; saludar a unas veinte personas, quince de ellas desconocidas; repartir apretones de manos, en igual proporción, sin haber tomado la precaución de comprar unos guantes; subir, para matar el tiempo, durante un chaparrón, a casa de cierta corsetera, que me rogó que le dibujara un traje de Venustre; hacer la rosca al director de un teatro, para que, al despedirme, me diga: «Quizá lo acierte dirigiéndose a Z...; es, de todos mis autores, el más pesado, el más tonto y el más célebre; con él podría usted conseguir algo. Háblele, y allá veremos»; alabarme -¿por qué?- de varias acciones feas que jamás cometí y negar cobardemente algunas otras fechorías que llevó a cabo con gozo, delito de fanfarronería, crimen de respetos humanos; negar a un amigo cierto favor fácil y dar una recomendación por escrito a un tunante cabal. ¡Uf! ¿Se acabó?
¡Por fin! Ya se me consiente descansar en un baño de tinieblas. Lo primero, doble vuelta al cerrojo. Me parece que esta vuelta de llave ha de aumentar mi soledad y fortalecer las barricadas que me separan actualmente del mundo.
¡Vida horrible! ¡Ciudad horrible! Recapitulemos el día: ver a varios hombres de letras, uno de los cuales me preguntó si se puede ir a Rusia por vía de tierra -sin duda tomaba por isla a Rusia-; disputar generosamente con el director de una revista, que, a cada objeción, contestaba: «Este es el partido de los hombres honrados»; lo cual implica que los demás periódicos están redactados por bribones; saludar a unas veinte personas, quince de ellas desconocidas; repartir apretones de manos, en igual proporción, sin haber tomado la precaución de comprar unos guantes; subir, para matar el tiempo, durante un chaparrón, a casa de cierta corsetera, que me rogó que le dibujara un traje de Venustre; hacer la rosca al director de un teatro, para que, al despedirme, me diga: «Quizá lo acierte dirigiéndose a Z...; es, de todos mis autores, el más pesado, el más tonto y el más célebre; con él podría usted conseguir algo. Háblele, y allá veremos»; alabarme -¿por qué?- de varias acciones feas que jamás cometí y negar cobardemente algunas otras fechorías que llevó a cabo con gozo, delito de fanfarronería, crimen de respetos humanos; negar a un amigo cierto favor fácil y dar una recomendación por escrito a un tunante cabal. ¡Uf! ¿Se acabó?
Descontento de todos, descontento de mí, quisiera rescatarme y cobrar un poco de orgullo en el silencio y en la soledad de la noche. Almas de los que amé, almas de los que canté, fortalecedme, sostenedme, alejad de mí la mentira y los vahos corruptores del mundo; y vos, Señor, Dios mío, concededme la gracia de producir algunos versos buenos, que a mí mismo me prueben que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a los que desprecio.
TEMAS
Dos líneas principales se distinguen en los temas más frecuentes del Modernismo: la que trata de asuntos del pasado o exóticos, y la que da lugar a la expresión de la intimidad del poeta. En ambas es perceptible la huella del Romanticismo.
a) La primera, la línea escapista, es la más representativa del movimiento, la más imitada y, a la larga, la más satirizada. Los ámbitos donde se refugia el poeta modernista en busca de la belleza son mundos raros: lugares exóticos y épocas antiguas. La imaginación y la riqueza verbal le permiten componer estampas con detalles de miniatura. Construye palacios, jardines, pagodas, castillos, como un decorado por el que desfilan caballeros de títulos nobiliarios, princesas tristes o casquivanas, guerreros legendarios, cisnes, ninfas, sátiros y centauros. No hay límite geográfico: Japón o París, Chile o Grecia tienen cabida en el poema si admiten la ambientación de algo hermoso. El erotismo, las conductas amorales aparecen con frecuencia, como demostración del espíritu rebelde y antiburgués que late en el fondo de la actitud modernista.
b) La segunda, la línea íntima, permiso traslucir el malestar del poeta con lo que le rodea. El amor y el mundo son vistos con ojos melancólicos y llenos de tristeza. Hay un deseo de plenitud que resulta irrealizable. En los poemas, esta nostalgia y este desasosiego se enmarcan en paisajes otoñales o despoblados jardines crepusculares, de clara raíz romántica.
El estilo y la métrica.-
Los poetas modernistas explotan todas las posibilidades que el lenguaje les ofrece para conseguir la ansiada belleza. El poema no sólo expresa la sensorialidad del poeta, sino que es también causa de sensaciones. El color es un elemento fundamental. La adjetivación cromática recorre todas las gamas, intensas o suaves: el rojo vino / conduce un paje rojo; ¡Oh, visión adorada de oro, rosa y marfil!
La musicalidad del verso es otro de sus instrumentos, una musicalidad que se acomoda a los temas tratados. Los ritmos muy marcados se reservan para grandes asuntos: el desfile de un cortejo, la hazaña de un guerrero o una tormenta en el trópico, por ejemplo. Las melodías suaves acompañan a las emociones delicadas: la tristeza de una princesa, la melancolía de un atardecer. Palabras como sonatas, arias, sinfonías se encuentran al frente de muchas composiciones. El poeta modernista se sirve de un léxico muy rico y escogido (neologismos, voces desusadas, cultismos) para crear esa sonoridad. Asimismo, son abundantes las aliteraciones (vino de la viña de la boca loca) que sugieren con frecuencia el sonido real (está mudo el teclado de su clave sonoro); las sinestesias (caricia rosa, verso azul claras risas) y las imágenes audaces (ir al sol por la escala luminosa de un rayo).
El sentido musical viene dado especialmente por la habilidad en el uso de la métrica. Los versos de más tradición, como el octosílabo o el endecasílabo, se emplean habitualmente, pero las preferencias modernistas se inclinan por el alejandrino, el dodecasílabo o el eneasílabo, poco usados hasta entonces. Los esquemas acentuales de los versos, medidos cuidadosamente, proporcionan el ritmo musical al poema. En cuanto a las estrofas, se busca la variedad, modificando las estructuras tradicionales o introduciendo estrofas innovadoras.
Los poetas modernistas españoles
Rubén Darío a pesar de ser nicaragüense, se le incluye en las historias de la literatura española por su decisivo papel en la implantación del Modernismo en España. Cabe añadir a lo dicho allí, que buena parte de las características generales del movimiento modernista se encuentra en su obra.
La página blanca
Rubén Darío
Mis ojos miraban en hora de ensueños
la página blanca.
Y vino el desfile de ensueños y sombras.
¡Y fueron mujeres de rostros de estatua,
mujeres de rostros de estatua de mármol,
tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!
¡Y fueron visones de extraños poemas,
de extraños poemas de besos y lágrimas,
de historias que dejan en crueles instantes
las testas viriles cubiertas de canas!
¡Qué cascos de nieve que pone la suerte!
¡Qué arrugas precoces cincela en la cara!
¡Y cómo se quiere que vayan ligeros
los tardos camellos de la caravana!
Los tardos camellos,
-como las figuras en un panorama-,
cual si fuesen un desierto de hielo,
atraviesan la página blanca.
Este lleva
una carga
de dolores y angustias antiguas,
angustias de pueblos, dolores de razas;
¡dolores y angustias que sufren los Cristos
que vienen al mundo de víctimas trágicas!
Otro lleva
en la espalda
el cofre de ensueños, de perlas y oro,
que conduce la Reina de Saba.
Otro lleva
una caja
en que va, dolorosa difunta,
como un muerto lirio la pobre Esperanza.
Y camina sobre un dromedario
la Pálida,
la vestida de ropas obscuras,
la Reina invencible, la bella inviolada:
la Muerte.
¡Y el hombre,
a quien duras visiones asaltan,
el que encuentra en los astros del cielo
prodigios que abruman y signos que espantan,
mira al dromedario
de la caravana
como al mensajero que la luz conduce,
en el vago desierto que forma
la página blanca!
LEDA
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bailado de sol.
Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van
del fondo verdoso de fronda tupida
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.
«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...
Rubén Darío
Mis ojos miraban en hora de ensueños
la página blanca.
Y vino el desfile de ensueños y sombras.
¡Y fueron mujeres de rostros de estatua,
mujeres de rostros de estatua de mármol,
tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!
¡Y fueron visones de extraños poemas,
de extraños poemas de besos y lágrimas,
de historias que dejan en crueles instantes
las testas viriles cubiertas de canas!
¡Qué cascos de nieve que pone la suerte!
¡Qué arrugas precoces cincela en la cara!
¡Y cómo se quiere que vayan ligeros
los tardos camellos de la caravana!
Los tardos camellos,
-como las figuras en un panorama-,
cual si fuesen un desierto de hielo,
atraviesan la página blanca.
Este lleva
una carga
de dolores y angustias antiguas,
angustias de pueblos, dolores de razas;
¡dolores y angustias que sufren los Cristos
que vienen al mundo de víctimas trágicas!
Otro lleva
en la espalda
el cofre de ensueños, de perlas y oro,
que conduce la Reina de Saba.
Otro lleva
una caja
en que va, dolorosa difunta,
como un muerto lirio la pobre Esperanza.
Y camina sobre un dromedario
la Pálida,
la vestida de ropas obscuras,
la Reina invencible, la bella inviolada:
la Muerte.
¡Y el hombre,
a quien duras visiones asaltan,
el que encuentra en los astros del cielo
prodigios que abruman y signos que espantan,
mira al dromedario
de la caravana
como al mensajero que la luz conduce,
en el vago desierto que forma
la página blanca!
Responso a Verlaine
Padre y maestro mágico, liróforo celeste
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador;
¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste
hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor!
Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,
que se humedezca el áspero hocico de la fiera
de amor si pasa por allí;
que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;
que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne
y de claveles de rubí.
Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,
ahuyenten la negrura del pájaro protervo
el dulce canto de cristal
que Filomela vierta sobre tus tristes huesos,
o la armonía dulce de risas y de besos
de culto oculto y florestal.
Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,
que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
sino rocío, vino, miel:
que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
¡y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
bajo un simbólico laurel!
Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
en amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
tu nombre ponga en la canción;
y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche
con ansias y temores entre las linfas luche,
llena de miedo y de pasión.
De noche, en la montaña, en la negra montaña
de las Visiones, pase gigante sombra extraña,
sombra de un Sátiro espectral;
que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;
de una extrahumana flauta la melodía ajuste
a la armonía sideral.
Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
tu rostro de ultratumba bañe la Luna casta
de compasiva y blanca luz;
y el Sátiro contemple sobre un lejano monte
una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
¡y un resplandor sobre la cruz!
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador;
¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste
hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor!
Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,
que se humedezca el áspero hocico de la fiera
de amor si pasa por allí;
que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;
que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne
y de claveles de rubí.
Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,
ahuyenten la negrura del pájaro protervo
el dulce canto de cristal
que Filomela vierta sobre tus tristes huesos,
o la armonía dulce de risas y de besos
de culto oculto y florestal.
Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,
que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
sino rocío, vino, miel:
que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
¡y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
bajo un simbólico laurel!
Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
en amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
tu nombre ponga en la canción;
y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche
con ansias y temores entre las linfas luche,
llena de miedo y de pasión.
De noche, en la montaña, en la negra montaña
de las Visiones, pase gigante sombra extraña,
sombra de un Sátiro espectral;
que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;
de una extrahumana flauta la melodía ajuste
a la armonía sideral.
Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
tu rostro de ultratumba bañe la Luna casta
de compasiva y blanca luz;
y el Sátiro contemple sobre un lejano monte
una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
¡y un resplandor sobre la cruz!
A MARGARITA DEBAYLE
(Rubén Darío)
Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:
Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».
Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».
Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.
La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.
AMO, AMAS...
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!
Amo tu delicioso alejandrino
como el de Hugo, espíritu de España;
éste vale una copa de champaña
como aquél vale «un vaso de bon vino».
como el de Hugo, espíritu de España;
éste vale una copa de champaña
como aquél vale «un vaso de bon vino».
Mas a uno y otro pájaro divino
la primitiva cárcel es extraña;
el barrote maltrata, el grillo daña,
que vuelo y libertad son su destino.
la primitiva cárcel es extraña;
el barrote maltrata, el grillo daña,
que vuelo y libertad son su destino.
Así procuro que en la luz resalte
tu antiguo verso, cuyas alas doro
y hago brillar con mi moderno esmalte;
tu antiguo verso, cuyas alas doro
y hago brillar con mi moderno esmalte;
tiene la libertad con el decoro
y vuelve, como al puño el gerifalte,
trayendo del azul rimas de oro.
y vuelve, como al puño el gerifalte,
trayendo del azul rimas de oro.
LEDA
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bailado de sol.
Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.
CAUPOLICÁN
Es algo formidable que vio la vieja raza: robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.
«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
LO FATAL
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...
Manuel Machado (1874-1947), Francisco Villaespesa (1877-1936) o Eduardo Marquina (1879-1946)-, se evitan los excesos modernistas. Su poesía adquiere un tono más intimista y se expresa con modos más cercanos al Simbolismo.
Dejando a un lado el desarrollo del Modernismo en Hispanoamérica, donde mayor implantación y duración tuvo, por lo que respecta a España hay que hacer algunas precisiones. En primer lugar, algunos poetas -por ejemplo, el malagueño Salvador Rueda (1857-1933)- se pueden considerar precursores del movimiento: sus preocupaciones estéticas marchaban por caminos similares a los del Modernismo cuando éste se instaló en nuestro país. En segundo lugar, las figuras de la poesía modernista española son Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, dos poetas que después evolucionarán hacia líneas distintas y alejadas del movimiento.
RETRATO
(Manuel Machado)
Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
Con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
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Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
Con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
LA SANDÍA
(Salvador Rueda)
Cual si de pronto se entreabriera el día
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.
Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.
Tajada tras tajada, señalando
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.
Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.
LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO.-
Antonio Machado nace en Sevilla en 1875 en una familia de raíces intelectuales. Pasa su juventud en Madrid y estudia en la Institución Libre de Enseñanza. En 1899 viaja a París con su hermano Manuel y, a su regreso, comienza a escribir en las publicaciones modernistas. En 1907 marcha a Soria como catedrático de francés y conoce a la joven Leonor Izquierdo, con la que se casa dos años después. En 1912, su mujer enferma y muere: la desolación del poeta es enorme. Baeza (1912-1919) y Segovia (1919-1931) serán las siguientes estaciones de su huida del recuerdo. En 1927 ingresa en la Academia de la Lengua y conoce a Pilar Valderrama, la Guiomar de sus últimos poemas amorosos. Ya en Madrid, le sorprende la guerra. Viejo y cansado, ante el avance de los nacionalistas, pasa a Francia. Muere en Collioure el 22 de febrero de 1939.
Al hombre de carácter sencillo, soñador y solitario que fue Machado le corresponde una poesía profunda, seria y grave. Los temas son variados, pero reaparecen una y otra vez en sus poemas: la intimidad, los recuerdos, el paisaje castellano, la preocupación por España, los desasosiegos producidos por el paso del tiempo y la llegada de la muerte, etc. En la métrica se inclina al uso de formas populares, aunque es destacable su predilección por la silva con rima de romance y no faltan otras manifestaciones más cultas (sonetos, por ejemplo). El estilo se caracteriza por la ausencia de complejidades retóricas: sobrio y claro, no se detiene en rebuscamientos, y sigue la vía más directa hacia la comunicación de sus emociones más hondas.
Sin embargo, los inicios machadianos muestran a un autor que no es totalmente ajeno al Modernismo de la época. Soledades (1903) incluía poemas de ese corte que en la reedición de 1907 -ahora con el título deSoledades, galerías y otros poemas--- fueron suprimidos. Este conjunto de poesías se parece extraordinariamente a recuerdos de un patio de Sevilla (Pedro Salinas). El encanto de la ciudad y el ensueño de las evocaciones se reflejan en los ambientes quietos y silenciosos, en los jardines y parques de cipreses desiertos. El intimismo de tradición becqueriana, el tono triste y melancólico, y el simbolismo de algunos motivos reiterados (el viento, el agua, la noria ... ) difieren de la tendencia frívola de Rubén Darío. Pero la deuda con ella se advierte en la métrica, en el léxico, en algunas imágenes y en el predominio de los aspectos musicales y cromáticos.
Nuevas canciones (1 924) es el libro de un pensador más que de un poeta. Machado traduce sus reflexiones en copias y composiciones ligeras y diáfanas. El resto de su producción poética lo irá incorporando en sucesivas ediciones de sus Poesías completas. En el Cancionero apócrifo, atribuido a sus dobles Abel Martín y Juan de Mairena, incluye los poemas amorosos dedicados a Guiomar. Y en las Poesías de guerra se mezclan arengas y poemas de aliento bélico con manifestaciones de dolor por la brutalidad de la contienda, como en El crimen fue en Granada, estremecedor testimonio del asesinato de Lorca.
La línea poética del Machado de Campos de Castilla no tuvo continuidad en los años siguientes. De hecho, las tendencias de los años veinte, con su poesía conceptual y alejada de los problemas humanos, parecen haber influido en el apagamiento de la poesía machadiana tras ese libro. Sin embargo, después de la guerra, su vida y su obra se convertirán en modelo y punto de referencia para los poetas comprometidos con la realidad del momento.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Juan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva) en 1881. Estudió Derecho, pero abandonó sus estudios para dedicarse a la pintura y, más tarde, a la poesía. En 1900 se trasladó a Madrid, para luchar por el Modernismo, y allí conoció a Rubén Darío y publicó sus primeros versos. A raíz de la muerte de su padre, una grave depresión le postró en un sanatorio psiquiátrico. En 1916 contrajo matrimonio con Zenobia Camprubí en Nueva York. Hasta 1936 vivió en Madrid y al estallar la guerra partió para el exilio a Cuba y, más tarde, a EE UU y Puerto Rico. En 1956 murió su esposa y conoció la concesión del Premio Nobel. Dos años después falleció el poeta en la isla puertorriqueña.
La trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez está marcada por su total dedicación a la Poesía y a la búsqueda incesante de la Belleza. El aislamiento en su talle de marfil le hizo desentenderse de los problemas cotidianos, si bien su toma de posición a favor de la República durante la guerra fue firme y resuelta. La obsesión por alcanzar la perfección y su aguda sensibilidad fueron la causa de sus periódicas depresiones y de la corrección continua y maniática de su Obra con mayúscula, así como de su accidentado trato con los demás.
Su poesía fue variando desde su inicial vinculación con el Modernismo hasta la creación final de una obra personalísima y diferente. En el camino Juan Ramón Jiménez siguió un proceso de depuración que sirvió para liquidar los restos posmodernistas e introducir una nueva concepción de la poesía, según la cual ésta se rige por la inteligencia y se dirige «a la minoría, siempre". El eco y la influencia que Juan Ramón Jiménez tuvo sobre la generacióon de poetas de los años veinte fueron determinantes de su modo de hacer poesía. Por ello, se le suele adscribir al Novecentismo.
La primera etapa, calificada por él mismo como etapa sensitiva, llegaría hasta 1915 e incluye libros con diversas tendencias, en general bajo inspiración del Modernismo. La suave musicalidad en metros breves y la ambientación en vagos paisajes y jardines crepusculares o nocturnos son las notas dominantes de Arias tristes (1903),Jardines Lejanos (1904) -Libro de penas, de flores y de músicas, según el autor- y Baladas de primavera (907). En ellos, es perceptible la huella del Romanticismo y del Simbolismo. Hacia 1908, el verso se expande y la sensorialidad aumenta. Es el momento más modernista del poeta, el de los extraños ropajes para la reina fastuosa de tesoros, como dirá en el poema Poesía desnuda, que resume su evolución. La soledad sonora (1908), las tres Elejías -con jota, como lo escribía él- (1908) y Laberinto (1911) son los títulos más representativos de esta tendencia modernista, en la que no se abandona el intimismo y la melancolía. Por entonces compone también su famoso libro de prosas poéticas Platero y yo (1 914).
EL VIAJE DEFINITIVO
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...
Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.