Álex Grijelmo(30 de octubre, 2016)
Los coches que salían otra vez a la venta
se llamaron siempre “de segunda mano”. El Diccionario
señala (en la entrada “mano”) que esa locución adjetiva significa “adquirido
del segundo vendedor” (es decir, comprado dos veces).
La expresión se documenta por vez primera
en el XIX, época en que se vendían de segunda mano ropas, publicaciones o
muebles. Y la Academia
la bendijo en 1869. Pero el sentido peyorativo de esta locución no tardó en
aparecer. Por ejemplo, Juan Valera se refirió varias veces por entonces a la
“erudición de segunda mano” para descalificar a quienes se hacían pasar por
cultos copiando ideas ajenas. Y su contemporáneo Marcelino
Menéndez Pelayo hablaba críticamente a su vez de las “noticias de
segunda mano”, como haría más tarde Ramón Gómez de la Serna.
La venta de coches ya estrenados llegaría
mediado el siglo XX. Al principio, esa transacción se registraba entre particulares.
Y el comprador solía presumir del buen estado del auto y de lo barato que le
había salido. Pero no todas sus amistades pensarían lo mismo, porque la
operación adquirió también con el tiempo algunos tintes peyorativos.
Así que cuando el mercado de segunda mano
produjo un auténtico negocio de empresas especializadas, la locución originaria
empezó a resultar poco comercial y fue sustituida por “venta de coches usados”
y “coches de ocasión”. Ahora bien, todos los eufemismos duran sólo un tiempo
porque algún día dejan de ser eficaces. Funciona así el efecto dominó
que describió el lingüista norteamericano Dwight Bolinger en 1980. Del mismo
modo que “ancianos” sustituyó a “viejos”; y “personas de la tercera edad”
reemplazó a “ancianos”; y “personas mayores” ocupó luego el lugar de “personas
de la tercera edad”, los eufemismos “coches usados” o “de ocasión”, que habían
desplazado a “de segunda mano”, están dejando paso ya a la expresión “coches
seminuevos”.
A bote pronto, uno puede pensar que
“seminuevo” significa “la mitad de nuevo”, del mismo modo que “semicírculo”
quiere decir “la mitad de un círculo”. Pero el elemento compositivo latino semi-,
que tomamos en su día del latín, extendió su valor en castellano a “casi”. De
ese modo, “semivacío” significa “casi vacío”, y “semisalvaje” es lo mismo que
“casi salvaje”. ¿Con cuál de las dos posibilidades de semi- se queda
“seminuevo”?
El Diccionario no ha tenido dudas:
incorporó en 2014 “seminuevo” como equivalente de “casi nuevo” y añadió que se
suele aplicar a vehículos de motor; sin precisar, claro, como tampoco lo hace
la publicidad, de cuántos kilómetros recorridos se está hablando.
No obstante, siempre rondará entre los
hablantes la analogía de “seminuevo” con los usos en que semi- significa
“la mitad”. Quizás por eso están en retirada los conceptos “segunda mano”,
"de ocasión" y “usados”, sustituidos por esa palabra más positiva que
contiene en su barriga la idea de “nuevo” (aunque sea “parcialmente nuevo”).
Porque la “ocasión” puede ser completamente
mala; la locución “coche usado” implica que ha sido “usado” del todo; y
“segunda mano” significa también enteramente revendido y totalmente
de segunda mano. Sin embargo, “seminuevo” evoca un cierto porcentaje de “no
usado por completo”, y tal vez da idea de que una parte de ese coche está aún
por estrenar. Lo cual incluso puede ser cierto. A veces pienso, por ejemplo,
que algunos no han debido de usar nunca los intermitentes.